En cada rincón de Loma de Cabrera hay una historia que lleva su huella. En cada generación, un recuerdo que lo menciona. Y en cada corazón agradecido, un profundo respeto por quien dedicó su vida a enseñar con amor y servir con pasión: el profesor Cristóbal Pérez Cruz, nuestro querido Papilín.
Tras más de 30 años de entrega incansable al magisterio, hoy Papilín disfruta de su merecida jubilación. Pero para un verdadero maestro, la jubilación nunca es el fin, es solo una nueva etapa desde donde seguir inspirando. Porque Papilín no colgó el alma con la tiza; su vocación sigue intacta, su presencia sigue siendo guía, y su ejemplo sigue educando.
Su historia comienza en el camino de la fe. Durante su juventud se inició para el sacerdocio, buscando acercarse a Dios a través del servicio. Pero la vida, con su sabiduría infinita, le revela que su verdadero llamado era formar desde el aula, educar con el alma y tocar vidas con la palabra.
Así nace el maestro. Así se forja la leyenda.
Durante más de tres décadas, Papilín no solo enseñó materias escolares, enseñó a ser humano, a ser responsable, a tener valores. Fue mentor, consejero, padre, amigo… un verdadero formador de hombres y mujeres de bien. Sus alumnos lo recuerdan con gratitud y cariño, porque sus enseñanzas traspasaron los libros y llegaron al corazón.
Y fuera de la escuela, su influencia no fue menor. Papilín es también un gran deportista, un apasionado del baseball y el basketball del esfuerzo y la disciplina.
En cada cancha, su voz alentaba. En cada torneo, su presencia era símbolo de apoyo y entusiasmo. Gracias a él, muchos jóvenes encontraron en el deporte un camino de superación.
Además, su voz sigue siendo inconfundible como maestro de ceremonia, animando actos, celebraciones y actividades sociales con el mismo carisma y elegancia de siempre. Porque Papilín no necesita un micrófono para hacerse notar: él brilla por su esencia, por su humildad, y por esa alegría genuina que lleva a donde va.
Hoy, desde su merecido descanso, Papilín sigue siendo parte viva de Loma de Cabrera. Su legado no se borra, se multiplica. Su historia no termina, se cuenta con orgullo. Y su nombre no se olvida, se honra.
Gracias, maestro.
Gracias por educar, por formar, por servir… y por seguir siendo un ejemplo que dignifica nuestra comunidad.
Charles Pérez